El miedo a las represalias, no saber con quién dejar a los hijos, la vergüenza, la falta de voluntad de las autoridades y la dependencia económica son las principales barreras que impiden a las mujeres en América Latina denunciar cuando sufren violencia.
Así lo determina un estudio que ha realizado la Fundación Avon en conjunto con ONU Mujeres Argentina e investigadoras y asociaciones que ayudan a víctimas de violencia machista en México, Ecuador, Argentina y Colombia entre agosto y septiembre de 2022.
Los resultados determinan que aunque 8 de cada 10 mujeres encuestadas (85 %) ha vivido algún episodio de violencia a lo largo de su vida, solo 3 de cada 10 (36 %) identifica esas situaciones como tal.
De todas las víctimas, solo un 1 % ha formalizado la denuncia debido a las barreras mencionadas anteriormente. Mientras que del total de denunciantes, la mitad (52 %) ha asegurado que el tratamiento institucional fue poco o nada adecuado. Muchas desisten en el camino.
Barreras al denunciar la violencia en América Latina
Según el estudio, el 40 % de las mujeres encuestadas no ha denunciado por «miedo a exponerse», mientras que un 25 % no lo ha hecho por miedo a sufrir amenazas por parte de sus agresores como represalia a la denuncia.
«Cuando resolví no dejarlo entrar más dije: voy a denunciar, pero… ¿si me encuentra en la calle?», se preguntó una de las víctimas encuestadas en Colombia.
Tener hijos o personas a cargo también representa una dificultad al momento de pedir ayuda para el 73 % de las mujeres. Un 16 % no sabe con quién o en dónde dejarlos, un 14 % piensa que la relación con los y las hijas o personas a cargo puede verse afectada si pide ayuda externa y otro 11 % siente que estas personas pueden correr peligro en caso de formalizar una denuncia.
«Hasta en eso una se siente culpable. De cómo le estás quitando el papá», dice una encuestada mexicana.
Por otra parte, un 34 % del total de mujeres encuestadas que ha sufrido violencia en estos países de América Latina asegura sentir vergüenza al intentar pedir ayuda a su entorno. «Pesa el juicio moral de la sociedad que puede juzgarla». O, al momento de realizar una denuncia, no quiere sentirse expuesta en su privacidad ante personas desconocidas.
«La pregunta que muchas se realizan y que simboliza la vergüenza que experimentan es ‘¿Cómo puede ser que esto me esté pasando a mí?’», reza el informe.
La sensación de incapacidad de otra persona para ayudarlas, debido a una falta de herramientas o voluntad, una minimización del problema o por descreimiento, es un freno para el 30 % de las latinoamericanas encuestadas. Algunas manifiestan haber recibido malos itratos por parte de funcionarios policiales o judiciales.
«Al otro día yo fui a la Fiscalía y conté todo eso y me dicen: ‘¿en dónde están las evidencias, porque no le vemos golpes?», asegura otra encuestada de Colombia.
Violencia económica hacia las víctimas
La dificultad para adquirir independencia económica es la última de las grandes barreras detectadas en este informe. El 26 % de las mujeres encuestadas asegura que sintió que no iba a poder subsistir económicamente si denunciaba a su pareja agresora.
En algunas ocasiones, precisa el documento, esta dependencia económica es propiciada por el agresor, pues rechaza que la mujer trabaje por fuera del ámbito doméstico y al mismo tiempo le restringe el acceso al dinero que solo él produce.
«Era un castigo que si yo hacía algo no me daba dinero, hasta hoy es la forma en la que toma venganza: ‘Tú me las vas a pagar porque me separaste de mis hijos y me sacaste de la casa’», recuerda una mexicana que participó de la encuesta.
Según el estudio, la violencia económica que se ejerce sobre las víctimas de violencia representa una barrera más grande para las mujeres de estratos socioeconómicos altos (31 %) y bajos (33%) que para las de clase media (19 %).
La importancia del apoyo del entorno
El entorno cercano es, en muchos de los casos, el primer punto de apoyo al que se acude. A muchas víctimas, asegura el informe, les ayuda a romper con la barrera del aislamiento impuesta por el agresor.
Sin embargo, en algunos países de la región, la violencia ejercida hacia las mujeres es continuamente normalizada por las familias, lo que obstaculiza que ellas se sientan seguras para pedir ayuda.
La ayuda de los y las vecinas también se vuelve fundamental cuando la mujer intenta dar los primeros pasos. Otro de los apoyos más esenciales, pero con poco acceso, es el psicológico.
Según el informe, en países como Argentina existe una «cultura de la terapia» que se encuentra muy normalizada y los y las profesionales de la salud mental acompañan a las víctimas en el proceso, pero en otros lugares es visto como una imposición.
«Agradezco mucho a mi psicóloga, en esos momentos me ha recibido a las nueve de la noche en su consultorio, y creo que en ella encontré la protección, la sensación de que puedo acudir a alguien en cualquier momento», cuenta una encuestada de Argentina.
Por Cristina Bazán/EFE
Foto: EFE/Rayner Peña