Desde el 7 de febrero pasado, día en que se celebraba el fin de la dictadura y los dos años de posesión del gobierno actual, la población de Haití reclama vehementemente en las calles la renuncia del presidente Jovenel Moïse.
Joven emprendedor del norte del país, fue lanzado y promovido a su candidatura por el antiguo presidente Martelly, y asumió su cargo después de contestadas elecciones en las cuales fue necesario retrasar la segunda vuelta. Los dos años que lleva en el poder ha sido una demostración repetida de su incapacidad para gobernar y para administrar.
“No hay una sola promesa cumplida, ni una sola medida que él haya tomado en beneficio del pueblo haitiano. En todas partes hay miedo e incertidumbre. Las manifestaciones cotidianas se convierten en escenas de violencia y saqueos. La mayoría de las gasolineras son objeto de actos de vandalismo, varias empresas han sido saqueada; los vehículos, principalmente del servicio estatal (S.E) han sido quemados, al igual que algunas instituciones públicas y privadas; la policía está literalmente abrumada por los acontecimientos” nos dicen desde Puerto Príncipe.
La moneda nacional (gourdes) ha sufrido una fortísima devaluación: la gourde que hace dos años se cambiaba 66 x 1 respecto del dólar hoy está en 83, haciendo la vida imposible en un país donde 10 millones de habitantes sobreviven con menos de dos dólares diarios, los servicios públicos no funcionan, la educación está en crisis, el 63% de la población está desempleada y la violencia en las calles se incrementa. Hoy: la banca está cerrada, el comercio funciona sólo informalmente, no hay servicios básicos de transporte, el agua es escasa, la energía (en las ciudades) es intermitente, las principales carreteras y vías de las ciudades están bloqueadas. Todos reclaman la renuncia de Jovenel Moïse.
Unos días antes de estallar las protestas fue publicado un informe del Tribunal de Cuentas de la nación que reveló irregularidades significativas en el programa Petrocaribe (de transferencia de más de 4 billones de dólares) entre 2008 y 2016 que involucró a 15 exministros y actuales funcionarios, así como al propio presidente Moïse.
Desde el 7 de febrero no hay pronunciamiento oficial: ni del presidente o su primer ministro (no se sabe dónde están), ni de las autoridades de seguridad, ni de los organismos internacionales; solo el llamando core group formado por los embajadores de Brasil, Canadá, Francia, España, los Estados Unidos, la Unión Europea y el Representante Especial de la Organización de los Estados Americanos (OEA), especie de tutores del gobierno (con la vara de la financiación internacional para la reconstrucción) hizo una tímida declaración reclamando una salida pacífica y desconociendo absolutamente el clamor y el drama de las calles. El único organismo que se ha pronunciado hasta ahora es la Conferencia Episcopal Haitiana que ayer, martes 13, publicó una breve nota en que dice:
«Señor, sálvanos que percemos! (Mt 8, 25) Es con este grito alarmante de oración y desesperación de los discípulos a Cristo, que dormía mientras la barca que amenazaba con hundirse, que nos dirigimos a ustedes hoy para decirles que la hora es grave . Debemos despertar para tomar juntos toda la medida del peligro que nos amenaza a todos. Es el momento de unir nuestras fuerzas y nuestras inteligencias para salvar nuestra barca común, Haití, que es nuestro orgullo… Debemos encontrar una solución de sabiduría que tenga en cuenta los intereses superiores de la nación y la defensa del bien común. En este sentido, hacemos un llamamiento a la conciencia ciudadana de las diferentes partes para una decisión patriótica, aunque sea a precio de grandes sacrificios”.
La falta de comunicación a nivel internacional se repite, también, al interior del país: así el caos se extiende y la anarquía en las calles se transforma rápidamente en violencia. No se sabe qué medidas esté tomando el gobierno (si las hay), no hay informaciones claras sobre articulaciones políticas en curso, no hay un posicionamiento claro de la comunidad internacional.
“Los compañeros Jesuitas y colaboradores, igual que la población, nos quedamos estancados en las comunidades; es necesario tener mucha precaución. Estamos en constante comunicación. Un compañero que había venido para la consulta ampliada, no ha podido regresar al norte del país. Yo, finalmente regresé esta mañana a casa; hemos cancelado el Seminario que teníamos programado, ya con 27 personas extranjeras presentes. La gran mayoría ha podido regresar a salvo a sus países; las calles daban miedo y estaban desiertas, excepto que las barricadas aún eran visibles y los neumáticos seguían ardiendo. La delegación de la República Dominicana todavía está en casa; tuvieron que dar la vuelta esta mañana pues no pudieron cruzar las barricadas de neumáticos en llamas.
Pedimos la solidaridad de todos para que no se olvide la existencia de nuestro pueblo y su destino. Confiamos en que el Señor de la vida nos da la gracia de discernir las mejores maneras de estar presentes para que la esperanza finalmente brote en esta tierra. Gracias por su continua solidaridad, su oración y por compartir estas noticias con nuestros amigos y colaboradores” (Jean Denis San Felix, superior del Territorio de Haiti).
Por: P. Roberto Jaramillo S.J.
Foto: Redes Sociales